jueves, 26 de mayo de 2011

Leyendo Piedra del Mar

Leyendo Piedra del Mar:
Tengo que admitirlo, me costo agarrarle el hilo a Piedra del Mar. Había escuchado maravillas de la famosa novela juvenil del escritor venezolano Francisco Massiani.  Que es una novela espontánea, fresca y sencilla, de fácil entrarle.  “Te la lees en dos horas”, me dijeron y yo, tarde dos semanas. Me preocupé un poco por esto, la novela que había sido aclamada entre las mejores en literatura juvenil venezolana no me estaba gustando mucho ¿Será que tengo mal gusto?.
Empiezo la novela y un chamo que está en una playa, medio drogado, me cuenta su deseo de hablarle a una Carolina, pero no lo hace porque es muy tímido y le tiene rabia a Marcos, un lanzado que no hace sino caerle a su Carolina. Cambia de tema espontáneamente y ahorita no me está hablando a mí sino a un José que  se intento de  suicidar. Luego vuelve y me cuenta sobre una Jania, ex novia de él y otras cosas que no me acuerdo ahora, hasta que volvemos a la playa. En la playa sufre un trágico episodio cuando le intenta hablar a Carolina y lo que paso da mucha pena contarlo. Después de eso se regresa a Caracas y va a casa de su amigo José, donde agarra una máquina de escribir y nos explica que está escribiendo una novela que resulta ser la que estoy leyendo. Ahí fue que comprendí, la novela es narrada al momento  que el  va escribiendo en la maquina. Un joven aspirante escritor, no solo nos está narrando los hechos de la novela, sino que nos escribe todos sus sentimientos, deseos, recuerdos y despechos, sobretodo, despechos. Ahí fue que comprendí que la novela no sigue un eje lineal, sino que es en forma de remolino, al igual que la mente de un adolecente.
Este chamo solo escribe lo que piensa y es muy valiente, ya que muchos chamos tienen el deseo de hacer eso pero no lo hacen porque inmediatamente piensan “¿A quién le va a interesar?”. Yo sé que esta novela es solo ficción, y que  en verdad no hay un chamo detrás de una máquina de escribir, pero de igual manera, le decidí darle una oportunidad al muchacho de que me terminara de contar todos sus problemas porque puede que en algo lo comprenda.
El chamo, que eventualmente revela que le dicen Corcho, tiene un humor muy ácido al hablar de sus amigos siempre lo hace de forma despectiva y ofensiva, suele tener problemas existenciales y a veces le dan ganas de suicidarse y también le dan unos impulsos raros de llamar a Carolina y trancar al escuchar el sonido de su respiración. A pesar de su forma de ser, un muchacho muy lunático y depresivo, me termino cayendo bien.  
Porque, encima de todo, logre ver  la tierna historia de un joven que  a través de una piedra de mar busca expresarle su amor a la niña que él quiere y eventualmente todo lo que sufre por ella.
La adolescencia es un tema poco tratado en Latinoamérica, sobretodo en Venezuela. La narrativa venezolana suele estar enfocada en la violencia, en la política o en el miedo de vivir en un país tan inseguro. Me agrado haberme encontrado con este libro, en el que me vi reflejada ya que, debo admitir, hubo veces que si me identifique con los problemas lunáticos depresivos de Corcho. La razón por la que me costaba agarrarle al libro al principio, fue porque de hecho es un libro raro y creo que no estaba acostumbrada a ese desorden ideas escritas de una hoja. Pero de eso se trata la adolescencia, un gran desorden de ideas, sentimientos, emociones, impulsos, locuras etc. etc.   

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